miércoles, 11 de febrero de 2009

La frustración existencial en la posmodernidad como una necesidad en el hombre de retorno hacia lo humano (Pt I)



Esta vez traigo ante ustedes el primero de mis trabajos que me gustaria compartir, es un ensayo que realice sobre la frustración existencial, y que me fue posible realizar gracias a la lectura de los textos de Viktor E. Frankl que han influido de gran manera en mi perspectiva sobre la psicología y la existencia del ser humano. Si alguno de ustedes no conoce la linea filosófica de la logoterapia de Frankl espero que este escrito le sirva para conocer un poco y darse cuenta de algunas de las magnificas ideas que esta teoría contiene Debido a la extensión del ensayo lo publicaré por partes, he aqui la primera, espero sus comentarios y aportaciones.

Por César Ruiz


Introducción

“Cada época tiene su neurosis y cada tiempo necesita su psicoterapia”. (Frankl, 1977) Ésta es una de las frases que más le gustaba utilizar a Viktor Frankl y que fue utilizada en sus textos por primera vez en los años cuarenta como resultado de las experiencias vividas por Frankl en los campos de concentración y ante la necesidad, que él mismo detectó, de reformar las psicoterapias de la época que habían encasillado al hombre en un enfoque reduccionista y mecanicista. Hoy en día no se puede encontrar una frase mejor que ésta que resuma mejor la necesidad que tienen las psicoterapias de actualizarse y adecuarse según la época, el psicoanálisis ha envejecido y la gran mayoría de las psicoterapias no son capaces de ver la necesidad de reformular las teorías y las prácticas actuales. Estancadas, las psicoterapias más importantes se rehúsan a ver más allá de aquello que les ha funcionado dentro de su contexto, tal como ya lo veía venir Frankl, la posmodernidad requiere urgentemente de la reubicación temporal-social de la psicología, que difícilmente puede aceptar que en la naturaleza de los problemas que presenta la sociedad actual se requiere buscar nuevas soluciones que respondan a las necesidades del ser humano posmoderno. La psicología debe analizar y estudiar los cambios que se están dando en cada una de las sociedades del mundo, y construir planes que ayuden a detener el avance de ese mal que lo consume todo, el individualismo. Debemos plantearnos, como lo hizo Frankl en su tiempo, que “ahora que sabíamos las respuestas cambiaron las preguntas” y preguntarnos qué es lo que podemos hacer como psicólogos, educadores o como sujetos de una sociedad sobre la cual nos hemos fundado.
Existe en la teoría de Viktor Frankl, lo que podrían ser aproximaciones a una nueva psicología que tenga como base la búsqueda en el sujeto de su propia esencia, esencia tal que es imposible de identificar si no es en la relación con el otro, por lo que se debe fomentar el retorno hacia lo propiamente humano, la autotrascendencia, y de igual modo, buscar construir aquel pacto social en el cual Rousseau veía el camino para lograr una estructura social armoniosa, por lo que se torna importante analizar la logoterapia de Frankl como punto de partida hacia la construcción de ese nuevo sujeto que supere la carga negativa de la posmodernidad.
Sus ideas sobre una dimensión noógena que se separaba de la biológica y la psicológica dieron pie a la construcción de la tercera escuela de psicoterapia vienesa conocida como logoterapia o análisis existencial y que aportó nuevos elementos a la psicología humanista que han ayudado a desligar la concepción del hombre del psicoanálisis ortodoxo.
El mismo Frankl decía constantemente que la logoterapia no llegaba para tratar de ocupar el lugar del psicoanálisis, sino más bien, era un complemento que podía llegar a utilizarse en ciertas ocasiones en donde el problema que el paciente presentaba estaba dentro del plano de lo noógeno o de lo puramente “espiritual” como él le llamaba, y que a su vez aclaraba, este término no hacía alusión a lo religioso sino a la esencia más humana. Así pues, sus aportaciones trataron de demostrar que el ser humano no se encontraba determinado por fuerzas que le impulsaban a cada instante y que por el contrario, era capaz de hacer uso de su libertad incluso ante las situaciones más difíciles y sin esperanza alguna. Esta libertad es, sin embargo, algo por lo que se debía luchar, y más que ser una libertad externa se podía hacer uso en su más amplia escala a un nivel interno, una “libertad de actitud” como Frankl le llamaba.
Muchos años han pasado desde que Viktor Frankl construyó su legado a la psicología, con tantas aportaciones que le heredó, sin embargo, ¿qué tanto ha cambiado la realidad social en la que Frankl creó su ideología?, y más aún, las teorías que Frankl pudo edificar ¿aún son validas en la actualidad?, ¿qué ha cambiado?
Sus preceptos sobre el sentido de vida que son la piedra angular en la logoterapia o logoteoría son el motivo principal de este trabajo, sobre los cuales se analizará su validez dentro de la época que se ha denominado como posmoderna y donde influyen las posibles transformaciones que ha tenido el ser humano, desde aquel concepto del hombre que tenía la logoterapia de los años cuarentas hasta hoy en día.
¿Es verdad aún que el hombre se encuentra determinado por fuerzas que le influyen provocando determinadas conductas? ¿Hasta dónde llega la libertad de los individuos dentro de las sociedades posmodernas y que cambios sufrió durante estos sesenta años? Y más importante aún, ¿qué ha sucedido con esa voluntad de sentido que dice Frankl es inherente a todos y cada uno de los seres humanos, existe aún la frustración existencial o le ha dejado de importar al hombre el sentido de su vida y el para qué de su existencia? Analizaré algunas de las ideas que he desarrollado a partir de mi estudio de la logoterapia de Frankl que me levó a construir estas interrogantes ubicadas en el contexto de la posmodernidad y el lugar que, desde mi punto de vista, ha tomado el sentido de vida en cada uno de los hombres de la raza humana.

Capítulo I. Fundamentos filosóficos de la logoterapia.

Aunque existen técnicas y estrategias elaboradas por Viktor Frankl con la finalidad de crear una psicoterapia que ayude a la persona a resolver sus conflictos espirituales o noéticos (la desrreflexión, intención paradójica, el diálogo socrático, etc.), y que han demostrado su eficacia y gran validez dentro de las psicoterapias existentes, no encuentran un uso práctico dentro del presente ensayo y son más bien las ideas que conforman la “logoteoría”, que analizan desde un punto de vista existencial y filosófico la importancia del sentido de vida para el ser humano y sus implicaciones para el desarrollo pleno de la persona, aquellas que se utilizarán como base para estructurar los objetivos que se han presentado. Así pues, habiendo aclarado la necesidad de está separación, que el mismo Frankl propone, entre logoterapia y logoteoría, se muestran a continuación al lector las construcciones teóricas fundamentales de la logoteoría de las que nos serviremos para el presente análisis.

La libertad de la voluntad

Prisionero de los nazis en los campos de concentración de Auschwitz y Dachau durante la segunda guerra mundial, Viktor Frankl desarrollo su logoterapia como resultado de las experiencias vividas durante los años que estuvo bajo cautiverio debido a su naturaleza judía. Fue precisamente durante estas amargas experiencias, en donde perdió a sus padres y a su esposa, cuando se dio cuenta de lo que verdaderamente caracterizaba las capacidades esenciales en el ser humano: la libertad de actitud.
Se dio cuenta que existe en el hombre la capacidad inherente de afrontar las situaciones que se le presentan de manera distinta dependiendo de la capacidad que se tiene para encontrarle un sentido al sufrimiento y a todo lo que le sucede en su vida. En el momento en el que Frankl descubrió en la naturaleza del hombre está libertad de actitud, se encontraba vigente el paradigma determinista del psicoanálisis que no daba cabida a un supuesto de libertad en el hombre, sin embargo, Frankl pudo constatar en los campos de concentración que la realidad era distinta a la que se vivía en el análisis, y que “El hombre no está libre de condicionantes, sean biológicos, psicológicos o de naturaleza sociológica. El hombre es y sigue siendo libre de tomar posiciones con respecto a estos condicionantes; siempre conserva la libertad de decidir su actitud para con ellos” (Frankl, 1963).
Aunque concuerdo completamente con Viktor Frankl en sus concepciones sobre la libertad humana debo aclarar que pienso que en la posmodernidad el ser humano ya no encuentra en la libertad un estado de frustración o de lucha constante en contra de “eso” que le quiere dominar, como analizaré en capítulos venideros el ser humano ya no “se sabe” un ser determinado y ha logrado emanciparse de sus “opresores”, aunque a cambio ha decidido pagar un precio, y se ha rendido ante la fuerza de un nuevo opresor, el mercado, que le otorga la satisfacción de sus necesidades y al cual le debe rendir un tributo continuo y someterse a una servidumbre voluntaria, de lo cual se hablará a fondo más adelante.
No podemos negar pues que existen factores que constantemente nos influyen de manera directa o indirecta, pero existe la libertad de asumir una actitud que responda a la perspectiva individual de cada ser humano, sin embargo, es muy fácil pensar que hagamos lo que hagamos siempre va a ser consecuencia del influjo de estímulos internos o externos y que dicha libertad no es más que un recurso al que estos mismos determinantes nos han orillado, sea pues esta la respuesta que podríamos encontrar en los pensadores reduccionistas o mecanicistas, pero tal y como Frankl pretende demostrar con sus teorías, solo aquellos que se saben libres son capaces de ejercer está libertad, de otro modo, si se vive en la ignorancia del fatalismo se cae en un estado de falta de responsabilidad ante la vida, y se puede con facilidad encontrar a los culpables de todos nuestros actos en aquellos factores que intentan determinarnos, es así pues como el ser un ser humano libre conlleva también el entendido de que somos seres responsables, y que aquella libertad por la que se lucha tiene que encontrar en los otros y no sólo en uno mismo el derecho a ejercer mi capacidad de ser libre. “La libertad de un ser finito como el hombre es una libertad con límites”. (Frankl, 1963).
Ésta idea de el ser humano como libre y capaz de decidir ante la vida es una característica de las escuelas humanistas surgidas a partir de la segunda guerra mundial y que contribuyen, como se verá en un capítulo posterior, al triunfo del ser humano sobre el determinismo y que tiene en sus orígenes la puerta de entrada hacia una concepción diferente del ser humano, en la génesis de la posmodernidad.


La voluntad de sentido

“Quien tiene un para qué puede soportar casi cualquier como” (Nietzsche en Frankl, 1997). Así afirmaba Nietzsche la importancia de un sentido de vida en el ser humano. A su vez, el sentido de vida en Frankl tomó vital importancia para la construcción de sus teorías, de hecho, puede considerarse como el aspecto que más peso tiene sobre las ideas que construyó acerca del ser humano.
Freud construyó en sus teorías una voluntad de placer, que a su vez constituye el principio de placer, la cual entiende que el ser humano se ve siempre impulsado hacia una búsqueda del placer o de la satisfacción de sus necesidades libidinales, lo cual le configura en cada aspecto de su vida teniendo como premisa esta búsqueda del objeto que satisfaga el deseo. A su vez Adler construyó una teoría sobre la voluntad de poder, que se fundamenta a su vez en el complejo de inferioridad y que habla del ser humano como deseante de una posición de poder que le ayude a superar los complejos que le hacen sentir inferior y que le conducirán en su vida siempre hacia tratar de obtener más poder. Sin embargo, Frankl menciona que en ambos principios existen contradicciones, ya que la voluntad de placer confunde el efecto (el placer) con el fin último y a su vez la voluntad de poder confunde el medio para un fin (el poder) con el fin mismo. Él menciona que para que el ser humano sea pleno no puede basarse en una búsqueda exclusiva para obtener el placer o tener el poder, ya que si la persona se propone conseguir algo como fin último no encontrará en ello satisfacción y le dejará un sentimiento de vacio, la satisfacción verdadera llega sólo a partir de que el hombre emprende una tarea o establece una meta en la vida y se desentiende de buscar la felicidad, ya que ésta llega como efecto de realizar tal o cual tarea en la vida, siempre encaminado hacia algo o alguien fuera de sí.
De este modo funciona entonces la voluntad de sentido en el hombre, no se trata pues de
[…] una necesidad de sentido ni de una pulsión de sentido. Si el hombre estuviera verdaderamente impulsado al sentido emprendería la realización del sentido sólo por las ganas de liberarse de ésta tensión, en orden a restaurar la homeostasis interior. Pero al mismo tiempo ya no se preocuparía por el sentido en sí, sino más bien por su propio equilibrio y, en definitiva, por sí mismo. (Frankl, 1963)

El sentido, dice Frankl, no debe coincidir con el propio ser, es decir, el hombre no debe ser objeto de su propio sentido, la existencia pierde su esencia a menos que se ubique de una manera que se autotrascienda la propia persona. A su vez, el ser humano no ha de mantenerse en un estado de equilibrio o de homeóstasis, por el contrario dice Frankl, para que la persona encuentre un sentido a su existencia ha de ponerse en marcha, de activar sus sentidos y sus sueños de modo tal que pueda encontrar en cada una de las actividades que realice o en las relaciones que construya, sólo como un efecto y no como un fin, el camino a encontrar una razón en la vida que le de las herramientas para construir su felicidad. De nuevo podemos encontrar entonces, que el ser humano tiene, en cada uno de sus actos, la responsabilidad de entregar en lo que hace a los demás cada parte de sí mismo, no puede encerrarse en una búsqueda para sí, porque de lo contrario se caerá en el egoísmo y como consecuencia en un narcisismo existencial. Más adelante señalaré como es precisamente ésta aseveración de Frankl acerca de la necesidad del hombre de autotrascender en su sentido de vida uno de los síntomas más preocupantes del sujeto de la posmodernidad que ha sido cegado por las nuevas prácticas del mercado y le llevan de la mano a una huida hacia el sí mismo.

El sentido de la vida

¿Cómo podemos entonces encontrarle un sentido a nuestras vidas? ¿Qué es lo que se necesita para encontrar aquello que me impulse a realizar todo lo que hago de modo tal que tenga un para qué? La frustración existencial va a surgir en ese momento en el que nos encontremos solos con nosotros mismos y tengamos que buscar una razón para seguir viviendo. Frankl decía que “el hombre no está autorizado a preguntar cuál es el sentido de su vida, sino es la propia vida, que le plantea continuamente preguntas, a la que debe responder”. (Frankl, 1986). ¿Quiere decir esto entonces que no podemos cuestionar cual es nuestro sentido de vida? En cierto modo así es, lo que Frank plantea es que el sentido de vida debe permanecer latente en el ser humano, inconsciente, no como una finalidad en la vida sino como un efecto resultante de mi existencia misma, de mi relación con los demás, con mi familia con mi trabajo. Surgirá así como una producción del esfuerzo y el empeño que yo ponga en lo que hago, en el entendido de que aquello que realizo no es solamente para mí sino que debo ir más allá de mis necesidades de autorrealizarme o de autoactualizarme para autotrascender hacia mis seres queridos, tal y como cita Frankl las palabras del sabio judío Hillel que hace dos mil años dijo “si yo no hago mi trabajo, ¿quién lo hará? Y si yo no hago mi trabajo ahora, ¿cuándo deberé hacerlo? Pero si lo hago para mí solo ¿quién soy?” (Frankl, 2001).
Solamente en la medida en que yo me realice como ser humano, en mis relaciones con los demás podré encontrar un sentido real y válido para mi existencia, de lo contrario surgirá la frustración existencial o vacío existencial. O del mismo modo un sentido de vida que ha sido fabricado por los demás y que hemos tomado como nuestro sin incorporarlo como propio nos pondrá en una situación de un sentido de vida artificial que devendrá tarde o temprano en una frustración existencial.
Frankl reconoce tres formas en las que se puede llegar a construir un sentido de vida:
• Primero por lo que damos a la vida (en términos de obras creativas)
• Segundo, por lo que tomamos del mundo (en términos de nuestra experiencia de valores)
• Y tercero, por el planteamiento que hacemos ante un destino que ya no podemos cambiar (como una enfermedad incurable).
Si logramos asimilar éstas tres vías por las cuales se construye el sentido en un afán de compartir cada una de nuestras creaciones y producciones con los demás, el sentido vendrá a nosotros mismos sin la necesidad de buscarle, y en cambio es en ese momento en el que actuamos de manera egoísta que la vida nos enfrentará con nosotros mismos y nos preguntará ¿para qué somos, para qué existimos? y no encontraremos respuesta a esa pregunta, entraremos en una frustración existencial que nos irá consumiendo, hasta transformarse en una neurosis noógena, tal como Frankl la concibió. Como una neurosis producida no por la represión de las ideas y de los instintos, ni por un desorden de aspecto biológico, sino por un deterioro del espíritu humano que parte de la incapacidad de encontrarle un sentido a la existencia.
El sentido de vida puede también estar afectado por un vacio interpersonal, una persona por más exitosa que pueda ser en la vida necesita de alguien con quien compartir, no necesariamente tiene que ser en el aspecto amoroso, las relaciones filiales, con los padres o con los amigos son también formas de compartir el deseo de vivir, y en la medida en que estas relaciones estén establecidas sobre bases muy solidas, se podrá encontrar un sentido de vida que no necesariamente va encaminado a un fin único, sino que abre la posibilidad de encontrar en cada una de las actividades que la persona realiza múltiples sentidos de vida, ya que la esencia de una plenitud existencial radica en tener un para quién.
En ocasiones la comunidad religiosa si puede ayudar a encontrar un sentido de vida, pero es importante analizar hasta qué punto es un sentido de vida que la persona ha fijado por convicción propia, y que tanto es la educación religiosa la que impone hacia donde debes dirigir tu sentido de vida sin oportunidad para decidir lo que se quiere hacer. Es cierto, posiblemente sea mejor tener un sentido de vida aunque sea dado por alguien más en lugar de un sentimiento de vacío, pero cuando llega el momento en que la persona se da cuenta de que ese sentido de vida en el que había creído por la educación religiosa que recibió se está desvaneciendo se encontrará con una incapacidad de entender qué significa realmente su vida, incapaz de valerse por sí mismo para encontrar un rumbo, ya que se encontraba de algún modo dependiendo de la religión para que le mostraran el camino que debía seguir.
Sin embargo siempre existirá en el hombre una voluntad de sentido en la medida en que esté renuente a aceptar que su vida es un simple efecto de los factores externos e internos que le impulsan, pero no siempre el ser humano es capaz de detectar esta voluntad de sentido, precisamente porque las fuerzas que nos influyen son demasiado fuertes y la mayor parte del tiempo estamos preocupados por encontrar culpables y respuestas en estos influjos del destino.
No es difícil entender que el sentido de vida en las personas es algo que necesariamente acudirá sólo cuando así se requiera, cuando sea necesario preguntarse por la razón de vivir. Es un estado sano de búsqueda que ayuda a la persona a motivarse para realizar cambios y ajustes a su vida. Freud difería al decir que “en el momento en que uno cuestiona el sentido y el valor de la vida ya está enfermo” (Freud en Frankl, 2001). Esta postura que Freud tomó puede comprenderse mejor si entendemos el contexto en el que Freud desarrollo todas sus ideas y que giraban en torno al paradigma de la medicina imperante en la época victoriana en la cual se afirmaba que una persona que se considera sana es aquella que se encuentra en equilibrio o en homeostasis en todos los aspectos de su ser, de modo tal que este cuestionarse sobre el sentido de la vida vendría a romper la homeostasis natural de la psique que efectivamente, dentro de su equilibrio, no tiende a cuestionarse la razón de la existencia.
Pero precisamente este impulso a cuestionarse por el sentido de vida sería para Frankl el motor que mueve al ser humano y le lleva a una condición más sana y productiva, en sus palabras:

La logoterapia considera que el hombre se motiva primariamente por una búsqueda de sentido de su existencia, por el esfuerzo de realizar este sentido y, por su medio, actualizar tantas potencialidades de valor como le sea posible. Al hombre lo motiva la voluntad de sentido. La búsqueda de sentido por el hombre no es patológica, sino más bien es el signo más cierto de que es realmente humano. (Frankl, 2001).

No hay nada mas motivante para el hombre que encontrar su sentido en esta vida de modo tal que le mueva a realizarse cada día de su vida con el conocimiento que aquello que se esfuerza en alcanzar vendrá como fruto de su esfuerzo, por lo que romper con esa homeostasis llevará al sujeto a realizar todo lo que esté a su alcance para descubrir su sentido de vida, siendo de este modo una persona mucho más libre y capaz de producir relaciones más sanas y estables con los demás.

1 comentario:

  1. Muy interesante lo que indicas, muy buen ensayo sobre Viktor Frankl, pues creo q es la respuesta a lo que hoy vivimos, en una sociedad que cada vez nos dice q la vida carece de sentido, donde parece que el nihilismo ha cobrado cierta vigencia...

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